Lo común es que uno crezca recordando los cuentos que en la noche nos contara mamá o papá antes de dormir, las disparatadas y divertidas historias del abuelo materno y las incontables aventuras que uno vivió con algunos pelafustanes que se hacían llamar amigos, esos que mamá creía inofensivos y finas personas pero tan guarros como uno mismo.
En mi caso no hubo cuentos nocturnos, no de la manera tradicional. Mi fantasía fue alimentada por una película casera que mi padre filmó por allá de los años cincuentas y que, según mi ya maltrecha memoria, sólo ví un par de ocasiones. Mitad en blanco y negro y mitad a color, en ella se veía a mi papá junto con lo que supongo eran sus cuates, en una especie de road movie viajando por diferentes caminos de este país, en una guayín tipo town and country de la época. La mayor parte de lo que recuerdo es verlos montar un campamento, comiendo junto a una estufa o fogata y, eventualmente, verlos voltear hacia la carretera, por la que se corría una aventura recientemente instituida, ahora legendaria y mundialmente conocida como La Carrera Panamericana. Nunca obtuve mayor información de la que pude intuir el par de ocasiones que mi padre proyectó la película, él no hablaba mucho y yo preguntaba poco, así que mi imaginario acerca de La Carrera se alimentó, mayormente, de mi fantasía. Ya no existía el evento, no había ni computadoras ni Google para salir de dudas así que crecí mezclando esa película con mi imaginación. Y como dicen que niñez es destino, crecí siendo fanático no sólo de los coches y de la fotografía, también disfruto muchísimo manejar en carretera y acampar, gustos heredados de mi padre. Hace dos semanas terminó la edición número XXVII de la nueva época de La Carrera Panamericana, es la tercera a la que voy, haciendo eso que de niño de alguna manera me definió, me encuentro a nada de planear lo que haré el próximo año, este 2014 logré que cinco pilotos participantes me contrataran para hacerles un libro con las fotos que les tomé durante todo el trayecto, uno de ellos, incluso, ya me pidió que le diseñara la imagen de su auto para el 2015, le han gustado los tres que he hecho para este y los años anteriores. Locos, excelentes tipos y mujeres, grandes deportistas con un código ético y moral como pocos, poseídos por el espíritu de La Panamericana, pero locos y locas de cualquier manera, no podría encontrar otra palabra para describir a pilotos y copilotos, sólo unos excéntricos soñadores, mexicanos y extranjeros, podrían aventurarse en semejante odisea de siete días y mas de 3,500 kms. de carreteras federales arrancando en Veracruz con rumbo a Oaxaca, Ciudad de México, Toluca, Morelia, Guanajuato, Zacatecas y finalmente Durango. Locos además, no sólo por poner en riesgo su vida, detalle inherente en competencias de este tipo, si no por que por si eso fuera poca cosa, llevan al extremo de sus capacidades físicas y mecánicas, verdaderas joyas de la industria automotriz mundial, que ya son auténticas piezas de museo. Y todo esto sólo por la mera satisfacción de correr La Pana y terminarla, ese es el mayor de los triunfos, la mas grande de las satisfacciones y el único trofeo. Papá, de alguna manera sigo reviviendo tu road movie, quizás no sean las mismas carreteras por las que tu transitaste, pero si la misma pasión, te comparto las fotos de este año, seguro alucinarás con los coches, algunos casi como los que viste correr en los cincuentas, ya tendremos una eternidad para platicar… Galería completa Libro
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Eugenio Robleda Archivos
Noviembre 2023
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